Hace
un año se cumplía lo que muchos llevaban un tiempo vaticinando, Amy Winehouse perdía
la vida en su casa de Camden Town. Se iba así una de las voces más importantes y
efímeras de la música.
Calificada como ‘diva del soul’, llamó la atención por
poseer una voz poco acorde con su físico: su piel era blanca y tenía un cuerpo escuálido
lleno de tatuajes.
Fue víctima
no solo de las drogas sino también de los prejuicios, muchos la consideraban una triste yonki de voz prodigiosa abocada al fracaso. Consumía drogas y salía noche sí y noche también en
compañía de sus amigos, entre los que estaban, por cierto, personajes como Pete
Doherty, recién expulsado de un centro de rehabilitación por ser una mala
influencia para el resto de los enfermos.
Amy no quiso forjarse una imagen de niña buena: “Sólo escribo sobre cosas que me han pasado... cosas que personalmente no puedo superar. Por suerte, soy bastante autodestructiva”.
Amy no quiso forjarse una imagen de niña buena: “Sólo escribo sobre cosas que me han pasado... cosas que personalmente no puedo superar. Por suerte, soy bastante autodestructiva”.
En
el primer aniversario de su muerte, el barrio londinense de Camden sigue recordando
a la que fue una de sus mejores abanderadas. Los bares que la artista
frecuentaba, y no eran pocos, tienen un altar permanente en su honor, casi
todos lo sitúan detrás de la barra, no es casualidad, es que a Amy le gustaba
ponerse tras ella para servir (y servirse) copas.
Su
recuerdo también está, cómo no, en las tiendas, en ellas venden fotos, posters,
camisetas… normal que tengan éxito, antes de su muerte ya era un icono pero es
que ahora, es un mito.
La figura de Amy sigue siendo rentable, un disco póstumo, colaboraciones con artistas (como la que grabaron junto a Tony Bennet para conmemorar su cumpleaños), y hasta colecciones de ropa que ella misma diseñó antes de morir.
Pero
sin duda, el mayor reconocimiento es el que le hacen sus fans en la puerta de
la casa donde la malograda artista perdió la vida, allí depositan flores,
dedicatorias y hasta botellas de alcohol (vacías, eso sí), a diario desde hace
hoy un año.
Su
muerte nos cogió a todos por sorpresa, fue algo esperado difícil de creer. Tras
el anuncio, preguntas sin respuesta. Mucho tiempo hubo que esperar para
conocer el resultado definitivo de la autopsia.
Al
final resultó que a Amy no le mató una sobredosis
de drogas sino el alcohol que ingirió para superar síndrome de abstinencia causado
por ellas. Se resistió a la rehabilitación (ya sabemos la de veces que le dijo “no,no,no”),
a la que acudió más de una vez sin grandes resultados, pero por lo menos lo
intentó y quién sabe si iba en buen camino.
Su
familia quiere mantener vivo el recuerdo de la artista, para ello han creado la
Fundación Amy Winehouse para ayudar a jóvenes artistas sin recursos. Y ahí no
termina la cosa, una figura de bronce a tamaño real situada en el recinto
musical de The Roundhouse (donde la artista actuó pocos días antes de morir),
recordará para siempre a la ‘última diva del soul’.
En el
funeral, su padre le dedicó una escueta pero sincera frase: “Buenas noches, ángel
mío. Duerme tranquila”, con la canción ‘So Far Away’ de Carole King, sonando de
fondo: "It would be so fine to see your face at my door...But your far Away".
Nosotros nos quedamos con su escaso pero valioso legado musical y una frase: “Si muriera mañana, sería una chica feliz. He cumplido todos mis sueños”.
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